viernes, 1 de abril de 2011

Entrevista a Joaquín Pérez Azaústre




FSM.- Joaquín, eres un poeta y narrador joven que enseguida te convertiste en un escritor reconocido cuando ganaste el premio Adonais de poesía. Pero ¿cómo fueron tus primeros pasos, tus comienzos en la escritura antes de llegar a ganar este reconocido prestigioso premio?

JPA.- Siempre me gustó leer. De vez en cuando escribía alguna tentativa de poema, de cuento. Incluso empezaba novelas que luego no pasaban del capítulo 2. Nada diferente, me imagino, a muchos otros escritores. Sin embargo, sí recuerdo que a los 16 años acabé, por primera vez, un relato. Esa sensación, de haber concluido algo, la conservo muy viva. Luego seguí escribiendo otras narraciones, y en 1994 mandé mi primer artículo al Diario Córdoba. Me lo publicaron en la sección de Cartas al Director, pero meses después ya tenía mi primera sección semanal. Desde entonces, no he dejado de publicar en prensa escrita. Justo antes del Adonais, me dieron una Beca de Creación en la prestigiosa Residencia de Estudiantes de Madrid. Estos fueron los primeros pasos.

FSM.- Trabajas diferentes géneros literarios desde la poesía, la narrativa, el artículo periodístico, ¿dónde te sientes más cómodo y por qué?

JPA.- Cómodo o incómodo, en todas las formas por igual. La escritura es de por sí incómoda, por más que sea nuestro medio natural en el mundo. En cuanto a los distintos géneros literarios, depende. Digamos que cada motivación, y me refiero a un instante, a una idea, un pensamiento o una crítica, o una evocación, esos materiales que te lanzan a escribir, te dicen por sí mismos el vehículo escogido en el que se van a expresar mejor.

FSM.- Hablemos de poesía y de poemas. ¿Cómo escribes los libros de poesía, tienes primero la idea y luego te pones a trabajarla o escribes poemas según te vaya viniendo la inspiración y luego conformas un todo con los poemas más afines?


JPA.- Escribo los poemas y los dejo apartados. A veces tengo una idea del sentido unitario del libro, pero a veces no, llega más tarde. Hay un momento en que, cuando llevas ya varios, escribes el siguiente y te das cuenta de que ya estás en otro libro. Entonces llega la fase de revisar lo escrito, corregir, tachar, prescindir. Y de escoger un título, que también puede haber estado presente durante la escritura. Es lo que me ha ocurrido con mi último libro, Las Ollerías. Desde un principio todo estaba muy claro.

FSM.- ¿Qué requisitos debe tener un buen poemario bajo tu punto de vista para considerarlo de calidad?

JPA.- Si entendemos calidad como un certificado de garantía en la exigencia personal, son imprescindibles la autenticidad y el rigor, la elusión de lugares comunes, de expresiones poéticas tan sobadas que ya no significan, y la ambición. El prestigio de lo mínimo, de lo anodino, de la palabra hueca, tiene la impotencia como punto de partida.

FSM.- ¿Y un poema? Cómo sabemos que estamos ante un buenísimo poema? ¿Qué características debe tener para considerarlo una obra de arte?

JPA.- Más o menos lo mismo.

FSM.- Sigues ganando premios importantes y estás produciendo constantemente, ¿qué papel juega la disciplina en todo esto? ¿Trabajas mucho diariamente? Cuéntanos, por favor.

JPA.- La disciplina es la preparación física del escritor, su entrenamiento diario. Sin disciplina en la escritura –que es también lectura y reescritura- no puede haber creación.

FSM.- Eres sensible a temas como el pacifismo, la igualdad de géneros, etc. ¿Qué papel y qué implicación debe tener un escritor en los asuntos de nuestra sociedad?

JPA.- Soy escritor, pero ante todo soy ciudadano. Mi implicación cívica la desarrollo en ambas vertientes, para mí entrelazadas. Las columnas de opinión me dan la oportunidad de dar mi punto de vista sobre asuntos de manera directa, pero eso no significa que no puedan aparecer, esos mismos asuntos, también en un poema o en una novela. Pero siempre, claro, con exigencia literaria. Un escritor debe implicarse tanto como un actor, un abogado o un médico: en la medida en que se lo dicte su conciencia. Admiro la inteligencia y el valor de escritores como Albert Camus, y su compromiso convertido en verdad literaria, del mismo modo que el mero panfleto, desprovisto de argamasa intelectual, me interesa menos. ¿Literatura comprometida? Juan Ramón también lo es, porque tiene el compromiso más alto: con la plenitud del hombre. ¿Literatura del ahora, que critica el instante? Claro que sí. Pero Literatura: los temas nunca son una coartada.

FSM.- Acabas de ganar el premio Loewe con el libro Las Ollerías. ¿Has llegado ya a lo más alto en la poesía? ¿Qué te queda?

JPA.- Con Las Ollerías siento una gran satisfacción interior. Es el libro que contesta todas mis preguntas, planteadas al día de hoy y también en todos mis libros anteriores. No creo haber llegado a ninguna parte en la poesía, como me planteas, pero sí estoy seguro de haber alcanzado mi cota mayor, al menos por ahora, en mi propia poesía.

FSM.- ¿A qué poetas admiras? ¿Quiénes crees que han dejado en ti alguna influencia?

JPA.- Son demasiados. Por ceñirme a los vivos, y de nacionalidad española, los miembros del jurado del Premio Loewe y Pere Gimferrer.

FSM.- De todos tus libros de poesía publicados, con cuál te identificas más y por qué

JPA.- Las Ollerías. Es mi radiografía emocional, un autorretrato. Ese libro soy yo.

FSM.- Muchísimas gracias por tu generosa entrevista, Joaquín. Por favor, ¿podrías dejarnos un poema con el que te sientas más satisfecho? Un millón de gracias.

LAS OLLERÍAS

Aún es pronto para volver a casa:

me han curvado la espalda los enanos

que he venido cargando desde siempre,

los que duermen la siesta en mis bolsillos

para ralentizar mi digestión.

Aún es pronto para volver a casa,

aunque pisé los límites.

Pensé que nadie me podría reconocer.

Escuché los ladridos, temí el polvo naranja.

Recordé la alcancía oculta bajo el mueble.

¿Qué ha sido del nervio, el escondite

bajo un muslo de reina y el metal de unas manos?

Ahora los disfraces son de piel

y miro la avenida desde lejos, ya muy lejos

del sol y de los otros,

que alguna vez volaron para aplacar mi fiebre.

Sé lo que estás pensando: aún es pronto,

y casi no he cumplido mis pactos con la vida.

Es muy pronto aún, pero qué esperas,

si tu voz se me clava en los tobillos

y me amansa la angustia, el temor de un insomnio.

Dentro, en mí, habitas aún la casa.

Otros vinieron antes, y ya la vaciaron

de ti, de tus vestidos, de tus plantas vivaces

a las que siempre hablabas de mí, entre otras cosas.




Perteneciente al libro Las Ollerías (Visor, 2011)

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