domingo, 13 de mayo de 2012

Entrevista a Pablo García Casado

FSM.- Pablo, tu primer libro Las afueras obtuvo el I Premio “El ojo crítico” de Radio Nacional de España y hasta fue finalista del Premio Nacional de Literatura. Fue todo un éxito. ¿Cómo viviste esa situación tratándose de una primera obra y siendo tú aún tan joven?

PGC.- Fue una situación extraña y maravillosa. Yo me conformaba con publicar un libro. Y luego todo vino casi sin querer. Tuve claro que eso pasaría como un vendaval. Lo que queda de aquello es que el libro sigue vivo: hemos agotado tres ediciones.

FSM.- Después de Las afueras vinieron los libros El mapa de América y Dinero. ¿Con cuál de ellos te sientes más satisfecho o con cuál de ellos sientes una identificación mayor?

PGC.- Es como decir a quién quieres más, si a papá o a mamá…

FSM.- ¿Cómo empezó tu vocación literaria?

PGC.- Gracias a un par de buenos maestros que tuvieron la generosidad de escucharme. Eso y ser un lector insatisfecho.

FSM.- ¿Quiénes son tus referentes en la poesía?

PGC.- Pienso en Pessoa. Pero no sólo. Aunque sí que después de leer a Pessoa todo cambió.

FSM.- ¿Qué es la poesía para ti?

PGC.- Una manera de mirar el mundo.

FSM.- Pablo, ¿para qué sirve la poesía en nuestro mundo de hoy?

PGC.- Eso mismo. Para descubrir otros perfiles de la realidad. Para contarla. Para no sentirnos solos.

FSM.- ¿Qué aspectos de un poema crees que son relevantes para decir que estamos ante un buen texto poético?

PGC.- El extrañamiento, la visión, el ritmo y la plasticidad. Y ese algo que no se puede decir.

FSM.-¿Crees que un poemario debe tener una estructura general uniforme?

PGC.- No. Debe tener buenos poemas.

FSM.- ¿Cómo ves el mundo de la poesía en este momento tanto fuera como dentro de Córdoba?

PGC.- Un momento excelente.

FSM.- Podrías por favor dejarnos aquí un poema y decirnos por qué lo ha elegido.

PGC.- Bueno, es mi poema La Lluvia, y es como una letanía, pero con elementos muy antirretóricos. Espero que os guste.



LA LLUVIA

La lluvia sobre el vendedor que anuda su corbata antes de subir a casa. La lluvia sobre la visera verde del taller donde unas chicas flirtean con el mecánico que de joven se tatuó un as de corazones en el brazo. La lluvia sobre el cabello moldeado de la vieja que a duras penas consigue alcanzar un autobús que está vacío. La lluvia sobre el carro de la compra, legumbres, tomate, porciones de merluza congelada. La lluvia sobre los cristales de la unidad de cuidados intensivos. La lluvia sobre los cristales progresivos de mi padre, que me llama por teléfono preocupado por mi situación laboral. La lluvia sobre el vendedor que conduce despacio su automóvil. Que sólo piensa en desaparecer, al menos, por un tiempo. Cambiar de ciudad, alquilar un pequeño apartamento. Comprar un teléfono móvil, empezar de nuevo.



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