miércoles, 26 de diciembre de 2012

Entrevista a Daniel García Florindo



FSM.- Vives en Sevilla, pero naciste en Córdoba, y fue en esta ciudad donde empezaste tu actividad como poeta. ¿Cómo recuerdas aquel tiempo?

DGF.- Efectivamente, nací en Córdoba y he vivido en esta ciudad casi treinta años, es decir, toda una vida. Una vida muy afortunada, gracias al paraíso perdido que resulta de una infancia y una juventud feliz. Probablemente ese paraíso caducó para mí al cumplir los diecisiete, una edad muy fronteriza también emocionalmente, pues a los pocos meses murió mi padre. Córdoba, pues, es la ciudad donde se construye mi memoria y mi sentimentalidad, la persona que soy, donde queda uno de mis hermanos, algunos pocos amigos (pues la mayoría también volaron) y un sentimiento extraño y contradictorio de volver a un lugar al que no perteneces, pero que está dentro de ti.

FSM.- Por aquellos años coordinaste el aula de Cultura de la facultad de Filosofía y Letras de Córdoba y fuiste responsable de la antología El siglo que expira. Luego codirigiste con Juan Carlos Reche el ciclo Las noches del Can Can así como la colección de poesía independiente La nube de Goku, ¿qué significó todo aquello para ti?

DGF.- Sin duda, aquellos años universitarios fueron claves para mí. Tras dejar el instituto y un breve paréntesis laboral, tuve la oportunidad de retomar los estudios universitarios con una edad algo más avanzada. Esta circunstancia me hizo valorar mucho mejor el tiempo que pasé entre las aulas universitarias para disfrutarlo a tope. También tuve desde el primer momento muy claro un afán por dinamizar y activar la cultura desde nuestra responsabilidad como estudiantes de letras universitarios. En el último año de carrera, efectivamente, fui el Coordinador del Aula de Cultura de la Facultad y, como recuerdo, coordiné la antología El siglo expira, que ha quedado como un referente, una imagen fija de un momento muy interesante de la poesía cordobesa actual. Por otra parte, Las noches del Can Can fue una manera de expandir aquel activismo cultural fuera de la universidad y de la oficialidad cultural. Hacíamos aquel ciclo poético ya legendario que fue el origen a otras iniciativas poéticas. Con el tiempo, ese fermento originó el gran festival de poesía Cosmopoética. Can Can empezó con Raúl Alonso y fue continuado por otros amigos como Juan Antonio Bernier, Eduardo Chivite, Juan Carlos Reche y yo mismo. Por cierto, de todo esto y de mucho más se habla en la completa antología que Eduardo Chivite y Antonio Barquero prepararon con la editorial sevillana El cangrejo pistolero, titulada Terreno fértil. Un ámbito poético. (Córdoba, 1994-2009).

FSM.- ¿Cuáles han sido la nómina de poetas que más te han gustado y que más han influido en tu actividad como poeta?

DGF.- Difícil de concretar esa nómina por su amplitud. Sin duda, cada poeta aporta algo único y sorprendente que lo define también como persona. Partiendo de los clásicos, aún recuerdo mi primer encuentro con Quevedo y su “amor más poderoso que la muerte” o, algunos años atrás, cuando les leía en voz alta a mis padres el Romancero gitano y el Poema del cante jondo. No obstante, reconozco en Góngora el origen del fenómeno poético, la perfección técnica del lenguaje. Pero si tengo que elegir a un poeta que realmente me ha influido en mi poesía tendría que quedarme con Antonio Machado, donde confluye indisolublemente lo ético y lo estético. De la Generación del 27 soy devoto de Alberti y Cernuda, entre tantos grandes, además de Lorca ya señalado y la línea gongorina, como buen andaluz y cordobés. Así, presentes están los poetas de Cántico, junto con los de la generación del 50, José Hierro, Gil de Biedma, Ángel González hasta los poetas de la otra sentimentalidad como Javier Egea y Luis García Montero en los años ochenta y hasta ahora. Este último, probablemente, es el que más me sigue influyendo y así lo reconozco, al margen de que en el actual campo literario sea un blanco llamativo para encender polémicas. A mí sólo me interesó su poesía potente, inteligente, clara, emocionante, real. 

FSM.- ¿Cómo definirías tú la poesía?

DGF.- Aún sigo tratando de definirla y no quisiera dejar de hacerlo. Probablemente la poesía se defina en cada poema. Y cada poema es la expresión fija de algo continúo, fluyente, como la realidad, pero que no es la realidad, pues ¿qué es la realidad? La poesía indaga, busca, se pregunta y crea presencia, cristaliza nuestro pensamiento en una expresión lingüística en la que nos reconocemos en un momento dado como en un espejo que devuelve la emoción que una vez sentimos.

FSM.- ¿Qué debe tener un poema desde tu punto de vista para considerarlo que tiene calidad poética?

DGF.- Grosso modo y, por este orden, emoción, inteligencia y ritmo. Su calidad poética dependerá de cómo se integren esos tres elementos o, con otras palabras, de cómo forma y fondo se unan armoniosamente potenciándose ambos aspectos de manera recíproca.

FSM.- ¿Qué te atrajo de la poética del gran poeta cordobés Juan Bernier para llevar a cabo ese trabajo recientemente publicado por Pre-textos?

DGF.- De su poética me atrajo precisamente el aspecto menos estudiado del poeta y, paradójicamente, el que mejor lo define, su vertiente social.

FSM.- ¿Qué personaje hay detrás de los versos de Juan Bernier en La compasión pagana desde el punto de vista humano?

DGF.- Al hilo de la pregunta anterior, La compasión pagana recoge los poemas donde mejor se percibe esa vertiente social que he mencionado. El paganismo no deja de ser una forma de disidencia ante la falta de libertad y de la injusticia social, además de ser un subterfugio para burlar la oscuridad de un tiempo en el que Bernier y sus compañeros supieron salvar. Con el título La compasión pagana también me estoy refiriendo a que la bondad o la compasión es la virtud individual de un sujeto concreto, no de ninguna doctrina o ideología.

FSM.- ¿Por qué y para qué crees que se escribe?

DGF.- Yo escribo para comprender mejor el mundo y comprenderme mejor a mí mismo, porque me ayuda a pensar y, en esa medida, a pasar por la vida dejando cierta huella de mí que quizás a alguien le interese o, al menos, recuerde quién fui.

FSM.- ¿Qué te aportó cada uno de tus poemarios publicados y con cuál de ellos sientes que has conseguido un logro mayor?

DGF.- Mi primer poemario Amanecer en Pennsylvania aún sigue dándome satisfacciones. Muchas son las anécdotas que me han ocurrido con ese libro y muchos los poemas que se han ido publicando en grandes antologías y revistas de la talla de Litoral. La última, sin ir más lejos, hace unas semanas en una magnífica antología que Julio Neira ha realizado sobre Nueva York, bajo el título Geometría y angustia.
Fue un libro que creo que se ha proyectado mejor fuera de Córdoba. Incluso en Sevilla, gracias a iniciativas culturales como las que protagoniza Fran Nuño, magnífico poeta y autor infantil. A través de su editorial-librería mi primer libro experimentó una nueva proyección tras diez años de su publicación, lo que hizo posible que nuevas generaciones pudieran leerlo. Fue un completo rescate comercial del libro.
Amanecer en Pennsylvania puede leerse como un único poema, una especie de retablo de personajes disidentes, marginales, a los que quise dar voz. Si en Amanecer en Pennsylvania parto de la historia de distintas vidas (un granjero de Nebraska, un mendigo de Nueva York, etc.) para conformar una misma voz, en mi segundo libro realizo una estrategia opuesta: parto de mi persona fragmentada en distintas emociones para configurar Cuadernos de Lisboa. De hecho, una de las partes de este libro tiene una intención casi de diario íntimo. Es la parte titulada “Nueva formulación de la memoria” donde se incluye los poemas escritos o inspirados en mi estancia en Lisboa desde el 2005 al 2007. Este libro, a diferencia de Amanecer en Pennsylvania, se cocinó muy lentamente a lo largo del tiempo. Es un libro mucho más complejo y diverso. En él cada parte podría escindirse para formar por sí misma un nuevo poemario.
Así que no puedo decidirme por cuál de los dos me quedo. Tan sólo puedo decir que ambos son parte de un proceso que evoluciona. Así, el nuevo libro que estoy terminando no podría conformarse como lo estoy haciendo, sin mi obra anterior.
  
FSM.- ¿Para qué sirve la poesía?

DGF.- De alguna manera, ya he respondido a esta pregunta. La poesía es el género de la intimidad. Puede servir a quienes la necesiten y a quienes la cultivan (tanto escribiéndola como leyéndola). Buscar un fin pragmático me parece algo así como ensuciar su esencia sagrada. Pero naturalmente que la poesía nos cura, nos ayuda, puede cumplir funciones religiosas, espirituales, curativas… En manos del tirano, puede incluso convertir a un emperador en dios, en otras manos puede mover conciencias. En fin, es una pregunta tan compleja y tan dispar como la esencia misma de la poesía que es plurisignificativa o, al menos, es así como yo la entiendo.

FSM.- Nos gustaría que a continuación nos dejaras uno de tus poemas y nos digas por qué lo has elegido. Muchas gracias.

DGF.- Gracias a ti, Fernando, por tus buenas preguntas y el afecto e interés que dejas en ellas. Os dejo, en realidad, dos poemas o un poema doble englobado bajo el título «Díptico de ciudades extrañadas», perteneciente a mi segundo libro Cuadernos de Lisboa. Dejo este poema porque me parece el más apropiado al hilo de esta entrevista. Con él se muestra mucho de lo que te he explicado sobre mi experiencia vital y mi obra poética.





DÍPTICO DE CIUDADES EXTRAÑADAS

                              I  


                       CÓRDOBA

Como el que nada espera del mañana
quien te habita deshace su memoria
en el rumor oculto de tu voz.

Así hablan tus fuentes,
el viento sobre agujas y azahar
en las pequeñas plazas y en tus venas
que no saben hundirse, que no quieren
llegar a un corazón que no conoce.

Usurera y judía me detienes
a cada día azul, a cada paso
que di entre tus raíces y mi infancia,
entre mi juventud y tus excelsos muros
que cercaron la vida de mi padre.

Me detendrá quizá a cada paso
ese rumor del tiempo que no pasa,
esos gritos callados en tus calles,
ciudad que se resiente en mi presencia,
como un temblor de luna sobre el río.

Bajo tu luna, Córdoba, no tiemblo,
ciudad que se resiente
en mí, incómodo huésped que regresa
a tu olvido que nunca es suficiente,
a tu lluvia oxidada, a tu mirada ciega.

            II

LA LUZ DE LISBOA

Era una luz distinta. Y era una luz de invierno
cuando llegó a tu rostro vespertino,
porque una luz más pura se inclinaba nocturna
bajo los aguaceros de Lisboa.

Recuerdo las palabras que no dije
como el rocío frío de tu nombre,
las que pude salvar en el silencio,
en el gesto inconcluso de los labios,
las palabras que fueron a perderse
bajo los aguaceros de noviembre
y tu ropa mojada por la luna de Alfama.

Tal vez fue suficiente una ciudad
para decir que el mundo está siempre nublado
menos allí, amor, claro día de un sueño,
de nueva luz abierta en tu mirada
cuando los barcos llegan a buen puerto
y el corazón se alegra de estar vivo.
Siempre te esperaré en Cais do Sodré
porque también existen los regresos.

Porque también terminan los inviernos, amor,
en la ciudad más triste y más hermosa
donde reina un verdor de esmaltes óxidos
por la melancolía de sus calles. Recuerda,
eras un mirlo blanco entre tanta barbarie
incrédula de tanto, tanto amor imposible
cuando nos despertamos en el barrio de Graça,
cuando el mundo aún recién hecho temblaba
y aún tiembla para siempre
en nuestro amanecer emocionado.

                      Daniel García Florindo
                      Cuadernos de Lisboa, Ediciones en Huida, Sevilla, 2011




sábado, 15 de diciembre de 2012

Entrevista a Fernando Sánchez Mayo

A continuación reproducimos la entrevista que hizo Fernando Calvo García en Torrejón de Ardoz a Fernando Sánchez Mayo con motivo de la presentación del libro Poemas para un escenario.
FCG.- La poesía, ¿te da soledad y la soledad te da frío?
FSM.- La poesía me da compañía, abandono y deriva. La soledad todavía no me ha rozado apenas, aunque por supuesto, como a cualquier ser humano la haya sentido en algunos momentos de mi vida.
FCG.- ¿De qué te ha servido escribir este nuevo libro, Poemas para un escenario?
FSM.- Pues si para algo sirve la poesía es para olvidarse de todo mientras uno la escribe. Y en ese sentido posiblemente me haya liberado de la soledad, pero creo que este libro me ha servido sobre todo para darme cuenta de que dentro de nosotros hay vastas regiones que esperan ser exploradas, y para saber que podemos ser imaginativos buscando nuevas formas de expresión poética.
FCG.- ¿Te encuentras al caminar o vas perdido por la vida?
FSM.- Quizá vaya perdido por la vida, quizás caminando encuentre al que soy, pero es difícil saber con certeza en qué estado estamos. Lo importante es aceptar al caminante que va con nosotros, darle la oportunidad de que se pierda y se encuentre porque es ahí en donde únicamente encontramos la sabiduría.
FCG.- ¿Qué buscas en el otro, qué te da el otro, los otros, y qué te duele de los otros?
FSM.- No estamos solos, los otros que nos acompañan nos lo dan todo y nos lo quitan todo, pero no podemos pensar que quienes nos acompañan nos dan todo el bien y todo el mal que tenemos, porque todo el bien y todo el mal que poseemos, somos nosotros mismos quienes nos lo damos. ¿Y qué buscamos o qué busco?  Yo creo que busco la identificación que es al fin y al cabo lo que más nos une con los demás, pero también se busca el aprendizaje. Gracias al contacto con los otros podemos aprender y ver las diferencias. Porque no lo olvidemos: estamos hechos de diferencias.
FCG.- ¿Qué poesía te gusta y cuáles son para ti los poetas tradicionales y actuales mejores y sus libros?
FSM.- La poesía en general me gusta toda porque todo poeta siempre que escribe pone algo de su ser y eso siempre interesa al lector de poesía. Luego, es verdad que hay un tipo de poesía con la que compartes ese gusto estético y de las ideas, y hay poetas tradicionales y actuales con los que más te identificas. En mi caso, dentro de la poesía tradicional qué duda cabe que me gustan los grandes poetas que están ahí porque han sido aclamados ya que hicieron una hermosa y gran obra poética. A mí me han gustado y he disfrutado mucho con algunos poetas como Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, los poetas de la generación del 27 como García Lorca, Cernuda y Aleixandre. Hay una lista interminable de poetas que me han gustado mucho como Pablo Neruda, Cavafis, Pessoa, Antonio Gala, Caballero Bonald, Ángel Gónzález, los Novísimos, los poetas del grupo Cántico de Córdoba como Ricardo Molina, Pablo García Baena, Juan Bernier, Vicente Núñez, y otros poetas cordobeses como Juana Castro y Manuel Gahete, poeta éste último al que todavía no se la ha hecho la justicia que merece, pero que tiene una interesantísima obra poética que el paso del tiempo no hará sino acrecentar.
FCG.- ¿Te gusta lo que publicas?
FSM.- Es una pregunta que me hace reflexionar sobre mi obra poética. Digamos que de lo que publico, solamente por un diez por ciento de los poemas siento alguna satisfacción plena, del resto de los poemas siempre me queda una gran duda, hasta un vacío, y una cierta frustración porque sé que no están definitivamente en lo más alto. Pero creo que eso es normal. He aprendido que un poema al que tú no lo considerabas en tanta estima, luego vienen los lectores y te dicen, ése poema me ha encantado. Y, de repente, empiezas a valorar lo que tú mismo no habías valorado. Por eso, ante tu pregunta de que si me gusta lo que publico, la respuesta es: no todo me gusta totalmente, pero he puesto tanto amor en crearlo que tal vez y solo por eso, merezcan estar ahí publicado.
FCG.- ¿Hay que escupir cuando se escribe? ( Leopoldo Mª Panero escribió un libro que se titula “Escribir como escupir”)
FSM.- Sé que tu pregunta viene por ese verso de mi poemario que dice: …”pues hay que escupir toda la maldad sobre el mármol blanco / para que sea vista por todos los incrédulos. Verás, yo creo que cuando se escribe es bueno escupir todo lo que llevamos dentro, pero sin que eso se convierta en un escupitajo. Podemos y tenemos el deber de echar todo lo que está aplastado en nuestro interior, todo lo que nos acongoja y no somos capaces de explicarnos en el silencio más rotundo. Por eso la poesía nos brinda la oportunidad de expresarlo todo. Y desde ese punto de vista sí es bueno escupir cuando se escribe.
FCG.- ¿Cuántos gritos hay en Poemas para un escenario de dolor, de lucha, de esperanza…?
FSM.- Creo que el hombre necesita gritar, o mejor dicho gritarse a sí mismo cuál es su compromiso con su propia existencia. Vivimos cada vez más en una sociedad en donde está mal visto expresar emociones y sentimientos. Y es necesario recordarnos que estamos hechos de eso, de emociones y de sentimientos y es bueno expresarlos. No sé si el grito es la mejor manera, pero no es la peor pues nos hace ubicarnos y reflexionar por qué hacemos lo que hacemos y por qué estamos aquí y para qué. El grito es una manera metafórica de decir que existimos y que queremos que nos tengan en cuenta.
FCG.- ¿Cómo debe ser la poesía para el lector? Suave, un grito…
FSM.- La poesía no debe ser escrita para el lector, debe ser escrita para el que la escribe. Luego el lector se podrá identificar o no con ella, pero en principio debe ser escrita desde el criterio personalísimo de quien la escribe. Y no sé si como me preguntas debe ser suave, o desde el grito. Yo creo que debe ser desde la verdad y la belleza.
FCG.- Te visita el futuro, ¿y qué haces con él?
FSM.- Eso también es de otro verso de un poema de este libro. Pues sí, cuando me visita el futuro lo recibo con los brazos abiertos. No olvido que los grandes hombres y mujeres siempre han sido visionarios. Y han construido una obra adelantada a su tiempo. A mí me encantaría que eso me ocurriera.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nuevo jardín de las delicias, de José Javier Martínez Palacín

Hace poco estuve en la ciudad de Alcalá de Henares y conocí a José Javier Martínez, que me hizo entrega de este librito de poesía premiado por la Universidad de Alcalá. Una publicación algo pobre para la calidad de los poemas que se pueden leer en su interior. Ni siquiera pusieron su nombre en la portada, y he tenido que ponerlo yo gracias al juego de la informática.
El libro consta de dos apartados en los que él mismo se reveló como ganador absoluto: una parte de narrativa y otra de poesía. Nosotros nos vamos a hacer eco aquí de su poesia, cuyo titulo general de los poemas es Nuevo jardín de las delicias. Bien pues es en este apartado de la lírica donde José Javier Martínez demuestra una gran habilidad y maestría, pero sobre todo una manera de escribir los poemas muy personal y distinta a lo que he visto escrito por ahí. Sus poemas están llenos de fuerza creativa y de fuerza interior, apelan a la libertad y a la auténtica libertad salvaje de quien ve la vida desde la visión más diáfana y sabe que no hace falta parapetos para vivir inmersos en lo que uno quiere. Hay también un aspecto apasionado en algunos versos, típico de un poeta joven que quiere conquistar el mundo con las armas propias de su propio linaje, el linaje del conocimiento. Como fondo de los poemas subyace el amor, un tema que trata desde un punto de vista en el que quiere desentrañar el entramado de las relaciones amorosas y de deseo. No falta en sus poemas la ironía subliminal
de quien dice las cosas sabiendo que hay otra interpretación y que además lleva esa otra interpretación encerrada una sabiduría puesto que corresponde a la resolución de los poemas. Por supuesto hay otros poemas en esta publicación como el viaje interior, la inmortalidad, el deseo de vivir, el paso del tiempo. Temas que para un poeta de poco más de veinte años lo acercan a un poeta con mucho futuro y con gran madurez que sabe escribir bien y que quien lo lee lo disfruta.

Les dejamos con un par de poemas del libro.

Tríptico cerrado

Confesión

Yo señora, nací en el mes
donde se extinguen
las buenas intenciones y
se deshacen las cadenas
del pensamiento impuesto.
Vivo en la acción de las
embestidas, sin reconocer
silbidos, ni muros que me cerquen.
Incendio las descripciones
que me atan a ti
para que no te sientas segura.

Agotaré todas tus fuerzas
hasta que te acerques,
con la humildad de un caballo vencido.

Puede que te sorprendas
verme
leyendo.



Viaje solitario

Atrapo la semilla de los kilómetros
como fruto que no se conoce.
Viajo olvidado y olvidando rostros,
sin saludos de un idioma que no conozco.
Duele acordarse de que hay un regreso
después de esta calma
de paseante por un mundo
sin periódicos.